20 temas de la nueva economía digital de los que hablaremos un poco más en 2018

  1. De transformación digital a transformación a secas… ¿Se ha vuelto anticuado el término “transformación digital” o simplemente lo han usado demasiados?
  2. Los consejos de administración y la transformación ¿digital? en España. ¿Aceleran o entorpecen la transformación?
  3. Vuelta a la ética. Se acabó el “vale todo” en Internet (gracias Uber por abrirnos los ojos).
  4. Adicción a Internet y ethic coding.
  5. La nueva guerra sucia de la opinión: fake followers, noticias falsas y posverdad en las redes sociales.
  6. Los nuevos jugadores chinos dando guerra en Europa (p.ej., Aliexpress y Xiaomi).
  7. Revolución en la logística. ¿Son sostenibles los precios de hoy? (Amazom, Correos, Deliveroo, Glovo…)
  8. Se lanzará Google Home en España y hablaremos también de Alexa y de cómo estos altavoces “inteligentes” cambiarán nuestros hábitos en casa y de la privacidad cuando uno es constantemente escuchado.
  9. La “marca blanca” o, mejor dicho, “marca de la distribución” se digitaliza: Amazon con sus propias marcas será para muchos de sus proveedores su peor competencia. ¿Una versión digital del canal como “juez y parte”?
  10. ¿Será 2018 un “annus horribilis” para la tienda física española, como 2017 lo fue en EEUU?
  11. TV Wars… Hulu contra Netflix y Amazon Prime Video y cómo los productores de contenido tratarán (otra vez) de ganar la partida a estos nuevos intermediarios. Mucho ojo a los movimientos de Disney que, con la adquisición de 21st Century Fox controlará el 60% de Hulu.
  12. Bitcoin y el resto de criptomonedas. ¿Moneda para frikis y especuladores o realmente mucho más? ¿Cómo reaccionará el regulador europeo?
  13. Blockchain. Primero, deberemos aclararnos de qué es capaz esta tecnología, que va mucho más allá de las criptomonedas. ¿Será realmente una tecnología revolucionaria, al nivel de lo que ha sido internet? ¿Qué aplicaciones son inminentes y a qué negocios impactará en mayor medida?
  14. Net neutrality. ¿Sí o no y cuáles serán las consecuencias para el ecosistema digital?
  15. Ciberseguridad. Los consejos de administración y los comités de dirección tendrán que tomárselo en serio, si no lo han hecho antes.
  16. eHealth. ¿Cuál será el efecto de la tecnología en nuestra salud y calidad de vida? Creo que aún no veremos avances significativos en 2018, pero sí algunos nuevos e interesantes wearables.
  17. Del “big data” al “smart data”. Espero que por fin entendamos que los datos no hablan solos por mucho IT que les pongamos encima. Hace falta mucho músculo intelectual para torturarlos y hacerlos hablar.
  18. Robotización y pérdida masiva de empleos. ¿Ocurrirá realmente? ¿Podremos reaccionar? Vendrán nuevos estudios y seguiremos sin aclararnos.
  19. Soft AI… La inteligencia artificial en pañales, pero que ya está en nuestras vidas. Las compañías invertirán más en ella.
  20. Hard AI y la singularidad tecnológica. ¿Reemplazará la inteligencia artificial del futuro al hombre?

¿Estás seguro de que sabes pensar?

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La pregunta podría ser insultante para un directivo. ¿Como no voy a saber pensar si estudié una carrera, he escalado en la organización, y tomo decisiones todo el rato?  Además, todo el mundo sabe que el ser humano ya desde niño es una maquina pensante súper potente, tanto que nada menos que el MIT tiene un laboratorio de investigación que profundiza en cómo discurren los bebés.  En una interesante charla TED, la profesora Laura Schulz viene a decir que ningún algoritmo de inteligencia artificial le llega a un bebé a la suela de los zapatos. Si la mente de un bebé es tan sofisticada, ¿como será la de un adulto maduro?

Y, sin embargo, la historia está llena de líderes que, llegado un momento, la han pifiado.  Y no sólo por defectos de carácter o de virtud (la soberbia, por ejemplo, ciega al más inteligente de los seres humanos). También por razonamientos erróneos. Por desgracia, ya son muchos los líderes políticos y empresariales de uno y otro bando y de muchos países que toman decisiones de extraordinaria relevancia con unos razonamientos que no se sostienen por ningún lado. La conclusión debe ser que hay gente realmente “zote”, a juzgar por las cosas que dicen y  hacen.

No obstante, conversaciones con amigos o colegas, en un entorno distendido y de mutuo respeto nos mostrarán que, la gran mayoría, “sabe pensar”. En este sentido, quizá la pregunta más adecuada sería, ¿podemos aprender a pensar mejor?

Nunca olvidaré la conversación con un alumno, ingeniero industrial de una de las mejores escuelas del país, que me decía algo así como “en tus clases, cuando opino algo y algún compañero debate mi idea, casi siempre me convence. Como yo no soy experto en Marketing, los argumentos de la otra parte me suenan con sentido, y yo no sé cómo responder. Me doy cuenta que me falta algo en mi formación, más allá de la teoría del marketing, que la he estudiado en los libros”

Me pareció una inquietud muy inteligente y que denotaba una gran humildad. En ese momento a mi me había dado por leer varios libros de lógica, una materia que hoy apenas se estudia en los colegios y universidades. La inquietud de este alumno me abrió un panorama sobre el que después he reflexionado mucho, aunque en algunas cosas mucho nunca es suficiente. Me di cuenta que a esta persona le habían enseñado cantidad sobre integrales, polinomios y principios físicos, pero nada de lógica. Probablemente, comparado con sus compañeros, estaba más preparado en muchas cosas, pero tenía una gran carencia: no sabía argumentar.

Es curioso cómo alguna gente inteligente y de cierto éxito en el mundo de los negocios adolecen de esta capacidad: no consiguen argumentar de una manera ordenada y efectiva. Algunos porque no saben escuchar. Otros porque toda idea contraria la toman como un ataque personal. Son defectos de carácter. Pero también los hay que no saben preguntar, detectar cierta falacia, entender lo que otro está diciendo, construir sus propios argumentos. Y no me atrevería a decir que no son inteligentes. Simplemente, les falta formación en el arte de la lógica. Probablemente, a casi toda nuestra generación nos falte en mayor o menor medida.

Las escuelas de negocio y también muchos colegios y Universidades han lanzado cursos de oratoria. En mi opinión, aunque no quito mérito a estas iniciativas, me parece mucho más importante ayudar a encontrar la verdad que a convencer. Porque, no lo olvidemos, podemos convencer a muchos en el error. ¿Cómo será el futuro en un mundo de posverdad, donde circulan tantas noticias falsas, los jóvenes están 3 horas al día conectados al móvil, y se discute a golpe de tuit, si no sabemos pensar?

Si no aprendemos a pensar, a pensar mejor, seremos presa de políticos populistas o nacionalistas que, como decía Fernando Savater, “nos quieren más pequeños para que seamos más suyos.” Si no sabemos pensar, un amigo nos convencerá de una idea errónea, idea que puede marcar nuestra existencia. Si no sabemos pensar, no sabremos salir de nuestros errores o de pasiones desbocadas, en las que nos metimos nosotros solitos. Si no sabemos pensar,  ¿cómo tomaremos buenas decisiones como directivos?

Aprender a pensar no es garantía de encontrar la verdad; hace falta también cultivar el jardín de nuestras virtudes. Sin humildad, sin ser sinceros con nosotros mismos, sin amor y respeto al prójimo, por mucha lógica que aprendamos, es muy probable que esta la acabemos usando de manera torticera.

En definitiva, sin saber pensar seremos menos libres y peores líderes.

Robots, transformación de los países y renta básica universal

Aceptemos por un momento que, como piensan hoy muchos científicos y directivos informados, en las próximas décadas se producirá un crecimiento masivo del paro debido a los avances tecnológicos. No digo que esta premisa sea cierta. Solamente que trabajemos con ella como un escenario plausible.

Pensemos primero en las implicaciones. Un escenario de robotización exponencial en los negocios no sólo traería paro; también un nuevo orden mundial. En este nuevo orden, unos países ganarían y otros perderían. No puede ser que todos queden igual. También, dentro de cada país, algunos grupos de individuos ganarían, y otros perderían. El gran riesgo es que muchos pierdan. Y pierdan mucho. La historia nos demuestra que los grandes cambios sociales y económicos a menudo han creado riqueza, a la larga, pero en el corto y medio plazo también revolución y guerra. La historia también nos enseña que no todo progresa en la dirección que nos gustaría y que muchos países han retrocedido. Pregunten en Argentina, Cuba o Venezuela.

Por eso me parece que nuestros gobernantes, en vez de estar perdiendo el tiempo con nacionalismos imposibles e interminables casos de corrupción, deberían poner sus energías en pensar en el futuro de nuestros hijos. Un futuro que está hoy más en riesgo que en la generación anterior.

En vistas de este escenario, ¿cómo hemos de reaccionar hoy?

Una primera alternativa es hacer de luditas: ¡destruyamos a los robots! Eso sí, que nos dejen seguir viendo Netflix, escuchando Spotify y jugando a la “Play”. Aunque este escenario pareciera descerebrado, algunas legislaciones excesivamente proteccionistas pueden, en el fondo, reflejar un poco este espíritu.

¿Qué otras alternativas quedan? En mi opinión, la de acelerar la transformación digital y tecnológica de nuestro país. No se puede frenar la transformación tecnológica que está viviendo el mundo. Los países más ricos hoy son los que apostaron por anteriores revoluciones industriales. Si seguimos apostando solamente por la agricultura y el turismo, me temo que perderemos esta cuarta revolución industrial. Las consecuencias: si se cumplen los pronósticos de paro más sombríos, ¿quién pagará nuestras pensiones? ¿Cómo evitaremos el auge del populismo y el creciente descontento social, que tan peligroso es para una sociedad libre?

Algunos dicen que tendremos que implantar la renta básica universal y que los robots nos paguen, mientras nosotros nos dedicamos a actividades lúdicas o artísticas… ¡Gran idea! Pero, ¿si los robots son americanos, japoneses o chinos, pagarán nuestra renta o la de sus compatriotas?

 

 

Robots y empleo: ¿Hay razones para el optimismo?

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En la Charante francesa existe una abadía en la que vive una comunidad de religiosas benedictinas que, además de ser ser maestras del canto gregoriano, se ganan la vida encuadernando y arreglando libros antiguos. Cada libro -dicen- es restaurando utilizando las técnicas de encuadernación de su época. Su arte y cuidado por lo antiguo no les impide tener teléfono, correo electrónico y, por supuesto, página web.

El oficio de encuadernador, como otros muchos, prácticamente ha desaparecido. Y, aunque quede siempre algo de mercado, no deja de ser testimonial. Es ley de vida. La tecnología destruye empleos, pero también crea otros nuevos.

En un post anterior hacía referencia a la investigación de dos académicos de la Universidad de Oxford, que llegaban a la conclusión de que en EEUU el 47% de las ocupaciones presentaban un alto riesgo de desaparecer debido a la creciente transformación digital. Hoy no son pocos los líderes empresariales que creen ciegamente en la teoría de la singularidad, según la cual estamos cerca de una super inteligencia artificial, que cambiará la civilización de una manera inimaginable hasta hoy. El empleo es solo parte de los cambios que están por llegar.

Hace poco leía el libro “El auge de los robots”, de Martin Ford, cuya tesis principal es precisamente cómo la tecnología va a cambiar industrias enteras y producir una masiva destrucción de puestos de trabajo. Aunque muchas de sus opiniones son matizables, creo que consigue dejar al lector altamente preocupado.

Mi experiencia dando clases y hablando con directivos es que, la mayoría, piensan que se crearán muchos nuevos empleos. Podemos entonces dividir al mundo directivo en dos grandes grupos. Los primeros, los pesimistas, que piensan que la creciente digitalización destruirá más empleos de los que creará. Su principal argumento se basa en que el crecimiento de lo que la tecnología es capaz de hacer es exponencial. Sin embargo, el ser humano no será capaz de aprender nuevos empleos con la misma velocidad. Digamos que somos bastante lineales.

Los segundos, los optimistas. Su principal argumento es que es muy difícil hoy prever los puestos de trabajo que se crearán en el futuro. ¿Habríamos pensado en los años 70 y 80 que hoy necesitaríamos tantos ingenieros informáticos? Además, estos directivos sostienen que el pasado nos demuestra que la tecnología, a la larga, siempre ha creado empleo y riqueza.

Se están escribiendo muchos libros sobre estos temas. Y hay todo tipo de argumentos, pero la verdad solo la sabremos con el tiempo. Por eso, me parece que los gobiernos deberían estar apostando mucho más por comprender este fenómeno. ¿Lo están haciendo?

 

Foto: Wikimedia Commons

El futuro del empleo y el auge de los robots

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Merece la pena leer -o al menos ojear- el artículo de Carl Frey y Michael Osborne, “The future of employment: How suceptible are jobs to computerisation” que, en un solo año desde su publicación, acumula ya 1232 citas en Google Scholar; una pasada para un artículo científico. El estudio, que años antes de publicarse ya había sido muy citado en su versión “working paper”, muestra un listado de 702 ocupaciones y su probabilidad de ser reemplazadas por los robots. Los teleoperadores son los que mayor riesgo presentan, con un 99% de probabilidad de ser reemplazados por los robots.

Es entretenido -o mejor diría escalofriante- repasar la tabla porque te encuentras con otras ocupaciones menos obvias. Por ejemplo, algunas ocupaciones con probabilidades de computarización mayores al 80% son las siguientes: contables y auditores, reparadores de bicicletas, operadores de máquinas excavadoras, operarios de correos, guías turísticos, agentes de seguros, dependientes de tiendas, técnicos farmacéuticos, pintores, taxistas, mecánicos, cocineros de restaurantes de comida rápida y no tan rápida, guardas de seguridad, técnicos nucleares…

En global, los autores estiman que el 47% de las ocupaciones en EEUU presentan un alto riesgo de perderse y ser reemplazadas por la tecnología. Y no son solo los trabajos altamente rutinarios y mecánicos los que están en riesgo, sino también muchos trabajos de servicios, que son en los que más se ha crecido en las últimas décadas.

¿Se crearán suficientes nuevos empleos para compensar esta debacle? Este tema lo dejamos para otro post.

Foto: Wikimedia commons

Feliz antes de la tempestad

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En la película The artist se muestra la historia de un popular actor de cine mudo que, al llegar el sonido, se niega a aceptar la nueva estética que el séptimo arte acabaría imponiendo. Uno de los mayores méritos del director es el de conseguir transmitir, en pleno siglo XXI, lo fascinante que una película muda y en blanco y negro podía llegar a ser. El espectador puede llegar a comprender los sentimientos del simpático protagonista.

Muchos colegas del mundo académico pensamos que la educación está hoy en un momento parecido. No se cómo serán los colegios y Universidades de dentro de 10 o 20 años, pero pondría la mano en el fuego de que se parecerán poco a los de hoy y de que muchos caerán por el camino. Sin embargo, no son pocos los maestros de escuela o profesores universitarios que ningunean los cambios que empiezan a aparecer en el horizonte.

Como dicen George Day y Paul Schoemaker en su artículo de Harvard Business Review, “Scanning the Periphery”, “los mayores peligros para una compañía son los que no ves venir.” El mundo Universitario no es el único condenado a reconvertirse y en el que se huele el miedo al cambio. Piensen en las librerías, las agencias de publicidad, las gasolineras, las agencias de viaje, las compañías telefónicas, los bancos… En la historia moderna, muchos empresarios se han negado a ver lo evidente. Para otros, los cambios han sido tan rápidos y drásticos que no han tenido margen de maniobra: Videoclubs, tiendas de discos, laboratorios fotográfícos, la industrial textil europea y las diligencias, son ejemplos más o menos recientes.

¿Qué consejos dar a todos aquellos que viven hoy felices en entornos en los que aún está por llegar la tempestad?

 

Foto by Julian Villanueva 

Jugando con Ngram viewer: 200 años de libros

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Ayer descubrí el Ngram Viewer de Google Books, que muestra el porcentaje de veces al año que una palabra aparece en los libros publicados desde 1800. Os recomiendo la conferencia de TED donde muestran en qué consiste.

Así que no he podido aguantar la tentación y me he puesto a juguetear… Os dejo algunos de los gráficos que he sacado. ¿Se os ocurren otros interesantes? Por favor, ¡compartid!

Primero, algunas de las marcas más poderosas…

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¿Está el término “consumidor” en crisis”?

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¿Producto o marca? Parece que gana el producto…

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¡Mujeres al poder!

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¿Death of a salesman?

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Uff, hay que ponerse las pilas, directores de marketing…

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Couch potatoes…

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Foto: bless my sponge by zev

Reinventando el capitalismo

Banksy

En mi último post comentaba alguno de los mensajes de Howard Schultz en su reciente ponencia en IESE. Hoy quería sacar uno de los temas sobre los que hizo más hincapié: la relación entre empleado, empresa y sociedad.

A mi pregunta sobre qué era más importante, la estrategia o la ejecución, Schultz empezó diciendo que la estrategia era vital, pero que ésta debía caber en un pedazo de papel. Sin embargo, añadió que el éxito de Starbucks se debía principalmente a su gente. Y es que, sin una buena ejecución, la estrategia se convierte en papel mojado. Cada uno de los empleados debe tener claro lo que se espera de él y debe estar comprometido con esa misión.

Pero, ¿cómo conseguir que el empleado se comprometa? Schultz, que se crió en una familia muy humilde en NY, y cuyo padre nunca se sintió respetado por las compañías para las que trabajó, añadió: “Creo, muy fuertemente, que el éxito en las empresas debería ser compartido. Esto no es la filosofía de mucha gente y he sido criticado por esta frase benevolente. También creo que hacer el beneficio nuestro único fin es un objetivo muy superficial y no perdurable para las personas de la organización.”

En un post que el propio Schultz publicaba ayer, escribía que “no es suficiente servir a los clientes, empleados y accionistas. Como ciudadanos del mundo, es nuestra responsabilidad -nuestro deber- servir a las comunidades en las que hacemos negocios ayudando, por ejemplo, a mejorar la calidad de la educación, el empleo, la salud, la seguridad…”

Hoy la sociedad civil critica más que nunca el liderazgo político y empresarial. Ha despertado de su letargo. En mi opinión, las empresas deben hacer su propio examen de conciencia. Y coincido con Schultz en que deben implicarse más aun con la situación actual. La pregunta es ¿cómo?

¿Qué se puede hacer para cambiar la cultura que ve el beneficio como único fin? ¿Qué hacer para convencer a empresarios y directivos a implicarse aún más con la solución a la “cronificación” del desempleo? En definitiva, ¿cómo reinventar el capitalismo, haciéndolo más humano?

Foto By Ben Heine

Encuesta: El libro electrónico

Cuando hablo del libro electrónico con personas del sector, las opiniones acerca de su futura penetración son muy variadas. Algunos piensan que eventualmente se dejarán de vender libros en papel. Otros piensan que el placer de tocar el lomo de un libro y de pasar páginas es tal que los ebooks nunca llegarán a tener una alta penetración.

¿Y tú que piensas?

4 razones por las que no me gusta #acampadasol ni #democraciarealya

sappho's lament

Hoy romperé mi costumbre de escribir sólo los Lunes, para hacer un análisis muy personal sobre #acampadasol y #democraciarealya.

Como leía ayer en twitter, la generación NI-NI, se ha convertido de pronto en NO-NO. Era de esperar. Y un aviso a navegantes. Aunque lo sorprendente no es la #acampadasol, lo sorprendente es que no haya ocurrido antes. Con 5 millones de parados, y una corrupción galopante, ¿cómo es posible que la sociedad haya tardado tanto en despertar? Nos guste o no la actual revuelta, la raíz está en la pésima gestión económica del gobierno de ZP y el deterioro de nuestra democracia.

Hace unas semanas en mi post “Políticos corruptos, ¿ciudadanos idiotas?” me aventuraba a sostener que la posibilidad de una revuelta era mayor de lo que muchos piensan. Sin embargo, no me gusta ver lo que estoy viendo. Me parece muy saludable manifestarse contra la corrupción y contra la crisis, pero no de la manera que se está haciendo. ¿Por qué? Estas son mis razones

  1. ¿Quién está detrás de #democraciarealya? Si uno busca en Google, lo que llegará es a toda clase de teorías de la conspiración. Unos que el CNI y Rubalcaba, otros que es la izquierda más radical. En varios sitios se refieren al que registró la web del movimiento, que al parecer se presentó en 2000 como cabeza de lista de Izquierda Andaluza. ¿Y el resto? Ni idea de quiénes son. Si vas a la web http://democraciarealya.es/ lo que te encuentras es que no se sabe. Son personas anónimas y están orgullosos de ello. Dicen que hay todo tipo de gente, pero no qué gente. ¿Para ti no es un problema? Para mi sí. 
  2. Una falta de coherencia. En la calle hay que distinguir dos fuentes de descontento: la galopante crisis económica y el bochornoso espectáculo de la casta política. Me parece, sin embargo, que la mayoría están movidos por el primero y a muy pocos les preocupa el segundo. Si lo que nos preocupa es el primero, lo que hay que hacer es montarle la manifestación a ZP y, desde luego, no en la puerta del Sol, sino enfrente de la Moncloa. Si lo que nos preocupa es lo segundo, esto debería haber ocurrido antes, no ahora, y deberíamos estar enfrente del Congreso de los Diputados. Es, por cierto, decepcionante ver que la primera propuesta dentro del epígrafe de “democracia participativa” es abolir la ley Sinde. Parece que el gran problema de nuestra democracia es que necesitamos descargarnos más pelis y más música, y hacerlo gratis. ¡Un poco de seriedad, por favor!
  3. Unas propuestas que nos llevarían a la quiebra. ¿Te has leído las propuestas? Yo sí, y parecen la lista de la compra de un rico obeso. Hay de todo. Si las llevásemos a la práctica sin duda nos arruinarían. Subsidios indefinidos para todos los parados,  políticos con el sueldo medio español, ayudas en el alquiler, y un largo etcétera. ¿De verdad los que están detrás de #democraciarealya se las creen? Como surgen del pueblo, de un pueblo que está más cabreado que una mona, esto es una lista en la que cada uno apunta lo que quiere. ¡Más foco, por favor!
  4. No hay autocrítica. ¿Por qué sólo PSOE, PP, CIU y los bancos? ¿Qué pasa con el obrero que finge una enfermedad para ausentarse de su puesto de trabajo? ¿Qué pasa con el estudiante que se pasa el día jugando al mus en la cafetería de la facultad? ¿Qué pasa con el 30% de empresarios que justifican los sobornos? ¿Qué pasa con esta sociedad que ha estado dormida durante dos décadas, que ha ido a las puertas de los bancos a pedir dinero, para comprar lo que ellos mismos sabían que no podían permitirse? ¿Qué pasa con los millones de españoles que se tiran cuatro horas al día delante de la caja tonta, tragándose toda esa telebasura? 

Lo siento, pero la crisis actual es una crisis de valores. No toda la culpa es de los bancos y de los políticos. No somos todos unos angelitos que viven bajo un sistema corrupto. No todos merecemos todo lo que decimos que merecemos. Hasta que no mejoremos, nuestra democracia y nuestra economía no funcionará. Y con lo que está pasando estos días, tenemos más riesgos de acabar como Grecia o Islandia que de regenerar nuestra democracia.

Foto: sappho’s lament, By fubuki

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