Sobre los distintos tipos de indignados

Indignez-vous ! de Stéphane Hessel

  • Están los que salieron a la calle el 15M, y ya no han vuelto a pisar una plaza.
  • Están los que, armados de entusiasmo, montaron las distintas plataformas. Cada plaza tiene la suya.
  • Están los que tuitean y tuitean, pero que no salen de casa. Son la mayoría.
  • Están los impacientes. Las sociedades tardan décadas en construir sus democracias, pero, como me decía un amigo, ellos la quieren ¡YA! Digamos que son los románticos de la democracia.
  • Están los súper indignados contra todos: políticos, banqueros, empresarios, policía, iglesia, etc. Solamente ellos están a salvo de ser objeto de indignación.
  • Están los que tienen plataformas a las que no escucha ni el Tato y que se arriman al movimiento 15M a ver si les caen algunas migajas.
  • Están los nacionales y los importados, que en sus países sale muy caro indignarse.
  • Están los que, aun indignados, en Agosto se van a la playita, y dejan las plazas vacías. Ya volverán en Septiembre con fuerzas renovadas y, de paso, mucho más bronceados.
  • Están los persistentes, que acampan y acampan y acampan. A esos tendría que contratarles Decathlon, aunque solo fuera por su demostrada perseverancia y por la publicidad que le han dado a la marca Quechua…. ¿O será contra-publicidad?
  • Están los que opinan A y los que opinan todo lo contrario.
  • Están los que todavía creen que sus asambleas sirven para algo.
  • Y luego estamos los indignados con los “indignados”

En definitiva, que lo que podía haber sido un bonito ejemplo de activismo cívico, se ha echado a perder miserablemente.

Foto: Indignez-vous ! de Stéphane Hessel By Agence Miracle

¿Seremos capaces de arrimar el hombro?

La gravísima crisis actual y el ejemplo de la primavera árabe han despertado un malestar que estaba muy latente en la sociedad. En un post del 11 de Abril (Políticos corruptos, ¿ciudadanos idiotas?)  me preguntaba si la sociedad estaba dormida y advertía sobre lo que ya era obvio entonces: que algo podía pasar aquí.

Un mes más tarde, el movimiento #15M demostró que los “indignados” habían despertado de su letargo. Desde entonces, el movimiento ha cometido, en mi opinión, graves errores, que han hecho que muchos lo miremos hoy con desconfianza. En otros posts he sido muy crítico con la deriva asamblearia de propuestas utópicas. Además, me ha defraudado mucho las recientes críticas a la JMJ. Están indignados con todos, menos con ellos mismos.

Pero es evidente que como fenómeno social tiene una gran trascendencia. En esencia, se ha convertido en un grupo de ciudadanos (principalmente jóvenes) muy cabreados con las instituciones y con nula autocrítica. Su poder de convocatoria es cada vez menor en las calles (especialmente en Agosto), aunque aún amplio en las redes sociales.

Pero ojo, que esto puede ir a más. La situación económica no va a mejorar fácilmente. Y nuestros 5 millones de parados puede que crezcan y, casi con toda seguridad, tendrán menos prestaciones y sus familiares con empleo más impuestos. En los próximos meses veremos privatizaciones de lo poco que queda, copago sanitario, aumento del IVA y tijeretazos por doquier. Si gana el PP lo hará Rajoy, si gana el PSOE lo hará Rubalcaba. Como decía un ministro italiano, “o se hace la revolución o se hacen las reformas”. Y si no lo hacen de buena gana, lo harán empujados por Angela Merkel (que, por cierto, se la ve más recia que ZP y Rajoy juntos). El que gane tendrá que lidiar con más de una huelga general, mayor descontento y quizá para entonces el movimiento (u otros nuevos que surjan) se vuelva más violento, como en UK.

Es verdad que PP, PSOE y algunas empresas han demostrado una incompetencia y deslealtad hacia la sociedad española difícil de igualar. Pero sin PP, PSOE ni empresas lo llevamos claro. Se hace necesario, más que nunca, un gran pacto de estado. Un gran pacto que aumente la competitividad del país. Un gran pacto que mejore nuestra democracia. Un gran pacto que empiece a cambiar nuestros valores. No podemos seguir viviendo rodeados de corrupción. Pero tampoco con una actitud de “Papá-estado es el único responsable de mi desempleo” o “la empresa privada tiene la obligación de darme trabajo”.

Lo que está en juego no es la victoria de uno u otro partido. Lo que está en juego es el futuro de toda una generación.

¿Serán capaces los partidos? ¿Seremos capaces los ciudadanos?

 

Foto: Imparare dall’esperienza (Aprendiendo de la experiencia), de Luigi Mirto

Europa: ni está ni se le espera

carte ancienne - Europe (Alexandre Vuillemin - 1843)

En una conferencia reciente en el IESE, el sociólogo Emilio Lamo de Espinosa reflexionaba sobre el punto de inflexión en el que nos encontramos, dada la actual crisis económica y el imparable crecimiento de Asia, para concluir diciendo que en el futuro geopolítico “Europa ni está ni se le espera”.

Pero nuestro viejo continente jugó en el pasado un papel fundamental en la historia de la modernidad. Gracias a los europeos del s. XIX la sociedad civil consiguió derechos y nivel de vida jamás soñados hasta entonces. En palabras de Ortega, aquella época «colocó al hombre medio -a la gran masa social- en condiciones de vida radicalmente opuestas a las que siempre le habían rodeado. Volvió del revés la existencia pública»

Pero para Ortega, la evolución técnica y social que empezó hace dos siglos tenía también sus puntos oscuros: «pues acontece -y esto es muy importante- que ese mundo del siglo XIX y comienzos del XX no sólo tiene las perfecciones y amplitudes que de hecho posee, sino que además sugiere a sus habitantes una seguridad radical en que mañana será aún más rico, más perfecto y más amplio, como si gozase de un espontáneo e inagotable crecimiento. […] Todavía hoy muy pocos hombres dudan de que los automóviles serán dentro de cinco años más confortables y más baratos que los del día. […] El hombre vulgar, al encontrarse con ese mundo técnica y socialmente tan perfecto, cree que lo ha producido la naturaleza, y no piensa nunca en los esfuerzos geniales de individuos excelentes que supone su creación. Menos todavía admitirá la idea de que todas estas facilidades siguen apoyándose en ciertas difíciles virtudes de los hombres, el menor fallo de los cuales volatilizaría rápidamente la magnífica construcción.»

Para Lamo de Espinosa, Europa ha entrado en una época de decadencia. ¿Su causa? Si preguntásemos a Ortega, creo que apuntaría a la ausencia de los mejores y nuestra incapacidad de entusiasmo hacia los hombres directores. Y es que ya en los años 20 veía en España «un plebeyo resentimiento contra toda posible excelencia.»

¿Cómo recuperar en nuestra vieja sociedad la capacidad de asombro hacia los mejores?

Foto: Europe By histoirepostale

Si no nos representan, ¿quién lo hará?

Flutist and his dog

Si comparamos la juventud de hoy con la del inicio de la democracia veremos grandes diferencias. La de entonces estaba acostumbrada a la escasez, al sacrificio, a tener pocas libertades. La de hoy es la de la gratificación instantánea, la que sólo confía en sí misma, la que pensaba que lo iba a tener todo y lo iba a tener fácil.

El esfuerzo e ilusión de los jóvenes de la democracia de entonces se vio recompensado en un aumento de su riqueza y de sus libertades. Pero los jóvenes de hoy no tendrán tanta suerte. Si la recesión no acaba pronto, ¿qué salarios tendrán cuando les toque ser la locomotora del gasto? No habrán tenido las oportunidades laborales que sus mayores tuvieron y así, su experiencia, conocimientos y productividad será menor.  Después, el rápido aunque silencioso envejecimiento de nuestra población empeorará las cosas. Los jóvenes nos dirán que les dejamos una España sin futuro, y que no van a pagar nuestras pensiones.

La manifestación de hoy es una llamada de atención más a los culpables de la situación actual. No creo que sean todos los que dicen los manifestantes, aunque desde luego no son los jóvenes los responsables de la crisis.

Pero la sociedad civil debe también manifestarse en su interior. Ortega escribía que «una nación es una masa humana organizada, estructurada por una minoría de individuos selectos» y también que «en un país donde la masa es incapaz de humildad, entusiasmo y adoración a lo superior se dan todas las probabilidades para que los únicos escritores influyentes sean los más vulgares; es decir, los más fácilmente asimilables; es decir, los más rematadamente imbéciles». Si Ortega hubiese escrito España invertebrada hoy, pienso que a «escritores» habría añadido guionistas y directores de telebasura. Así que me pregunto si no habremos perdido la «humildad, entusiasmo y adoración a lo superior».

Indignarse con los políticos no es suficiente. Hay que indignarse con uno mismo. Hay que buscar a los selectos y hay que encumbrarlos a la política, a la escuela, a la empresa, a la cultura. España los tiene a raudales.

Foto: Flutist and his dog By wabisabifarm

4 razones por las que no me gusta #acampadasol ni #democraciarealya

sappho's lament

Hoy romperé mi costumbre de escribir sólo los Lunes, para hacer un análisis muy personal sobre #acampadasol y #democraciarealya.

Como leía ayer en twitter, la generación NI-NI, se ha convertido de pronto en NO-NO. Era de esperar. Y un aviso a navegantes. Aunque lo sorprendente no es la #acampadasol, lo sorprendente es que no haya ocurrido antes. Con 5 millones de parados, y una corrupción galopante, ¿cómo es posible que la sociedad haya tardado tanto en despertar? Nos guste o no la actual revuelta, la raíz está en la pésima gestión económica del gobierno de ZP y el deterioro de nuestra democracia.

Hace unas semanas en mi post “Políticos corruptos, ¿ciudadanos idiotas?” me aventuraba a sostener que la posibilidad de una revuelta era mayor de lo que muchos piensan. Sin embargo, no me gusta ver lo que estoy viendo. Me parece muy saludable manifestarse contra la corrupción y contra la crisis, pero no de la manera que se está haciendo. ¿Por qué? Estas son mis razones

  1. ¿Quién está detrás de #democraciarealya? Si uno busca en Google, lo que llegará es a toda clase de teorías de la conspiración. Unos que el CNI y Rubalcaba, otros que es la izquierda más radical. En varios sitios se refieren al que registró la web del movimiento, que al parecer se presentó en 2000 como cabeza de lista de Izquierda Andaluza. ¿Y el resto? Ni idea de quiénes son. Si vas a la web http://democraciarealya.es/ lo que te encuentras es que no se sabe. Son personas anónimas y están orgullosos de ello. Dicen que hay todo tipo de gente, pero no qué gente. ¿Para ti no es un problema? Para mi sí. 
  2. Una falta de coherencia. En la calle hay que distinguir dos fuentes de descontento: la galopante crisis económica y el bochornoso espectáculo de la casta política. Me parece, sin embargo, que la mayoría están movidos por el primero y a muy pocos les preocupa el segundo. Si lo que nos preocupa es el primero, lo que hay que hacer es montarle la manifestación a ZP y, desde luego, no en la puerta del Sol, sino enfrente de la Moncloa. Si lo que nos preocupa es lo segundo, esto debería haber ocurrido antes, no ahora, y deberíamos estar enfrente del Congreso de los Diputados. Es, por cierto, decepcionante ver que la primera propuesta dentro del epígrafe de “democracia participativa” es abolir la ley Sinde. Parece que el gran problema de nuestra democracia es que necesitamos descargarnos más pelis y más música, y hacerlo gratis. ¡Un poco de seriedad, por favor!
  3. Unas propuestas que nos llevarían a la quiebra. ¿Te has leído las propuestas? Yo sí, y parecen la lista de la compra de un rico obeso. Hay de todo. Si las llevásemos a la práctica sin duda nos arruinarían. Subsidios indefinidos para todos los parados,  políticos con el sueldo medio español, ayudas en el alquiler, y un largo etcétera. ¿De verdad los que están detrás de #democraciarealya se las creen? Como surgen del pueblo, de un pueblo que está más cabreado que una mona, esto es una lista en la que cada uno apunta lo que quiere. ¡Más foco, por favor!
  4. No hay autocrítica. ¿Por qué sólo PSOE, PP, CIU y los bancos? ¿Qué pasa con el obrero que finge una enfermedad para ausentarse de su puesto de trabajo? ¿Qué pasa con el estudiante que se pasa el día jugando al mus en la cafetería de la facultad? ¿Qué pasa con el 30% de empresarios que justifican los sobornos? ¿Qué pasa con esta sociedad que ha estado dormida durante dos décadas, que ha ido a las puertas de los bancos a pedir dinero, para comprar lo que ellos mismos sabían que no podían permitirse? ¿Qué pasa con los millones de españoles que se tiran cuatro horas al día delante de la caja tonta, tragándose toda esa telebasura? 

Lo siento, pero la crisis actual es una crisis de valores. No toda la culpa es de los bancos y de los políticos. No somos todos unos angelitos que viven bajo un sistema corrupto. No todos merecemos todo lo que decimos que merecemos. Hasta que no mejoremos, nuestra democracia y nuestra economía no funcionará. Y con lo que está pasando estos días, tenemos más riesgos de acabar como Grecia o Islandia que de regenerar nuestra democracia.

Foto: sappho’s lament, By fubuki

¿Inmediatez o idiotez?

Lost in Time

En esta era donde la tecnología guía nuestras vidas, quizá uno de sus frutos más preciados sea la inmediatez. Cosas que antes nos costaba tiempo y esfuerzo obtener, hoy están al alcance de un click.

La inmediatez tiene muchas cosas buenas, pero también tiene su cara oscura. En un post anterior, escribí sobre la gratificación instantánea que, sin duda, es cada vez más frecuente gracias a la ubicuidad de la información. Y concluíamos que ésta podía convertirnos en niños mimados.

Pero hoy quería escribir sobre otro ámbito relacionado con la inmediatez: el difícil equilibro entre la información inmediata y la profundidad del pensamiento. Parece que tenemos un apetito incansable hacia el consumo de información. Nos conectamos a los diarios de Internet varias veces al día, pero leemos poco. Según datos de la ojd, un usuario único de los principales medios online ve 4,3 páginas por visita (la home y tres más), aunque no sabemos si al click le sigue una lectura atenta o sólo una visita fugaz. El mismo diario lo visitamos alrededor de 1,5 visitas al día, y visitamos varios diarios.

Nos parecemos bastante a un niño glotón que, sin supervisión paterna, hace varias incursiones a la nevera durante el día. Sólo que, cada vez que lo hace, encuentra un nuevo pastelito al que da un bocado para luego tirarlo a la basura.

Hace unas semanas, la jefa de los informativos de una importante cadena de televisión norteamericana me comentó que alguien le había echado en cara cubrir la noticia del tsunami de Japón doce minutos más tarde que twitter. ¡Doce minutos! ¿Os imagináis? Una eternidad.

Como con tantas cosas que se refieren a la red, nos enorgullecemos de esta capacidad para satisfacer nuestras necesidades informativas en cualquier momento y lugar. ¿Es la inmediatez tan importante en nuestra sociedad? ¿No competirá con nuestra capacidad de profundizar y de desarrollar un pensamiento propio?

Foto: Lost in Time By neuza teixeira

La juventud en España: ¿sal y pimienta o mantequilla?

Lobby

La juventud representa el futuro de nuestra sociedad. En lo económico, los jóvenes de hoy serán la locomotora del gasto mañana. En lo social serán, cuando menos, los educadores de las próximas generaciones. Conviene, por tanto, analizarlos.

Hay dos temas sobre los que debemos reflexionar detenidamente: su situación laboral actual y sus valores adquiridos, pues ambos determinarán en gran medida su capacidad de impulsar nuestra sociedad.

En el plano laboral, la juventud es la principal víctima de la actual crisis económica. El índice de paro y de precariedad son altísimos, y así su emancipación no hace más que retrasarse. Pero es preciso que lo hagan pronto, pues cuando cumplan los 50 tendrán que pagar el doble de pensiones que pagaron sus padres. Es por ello que, cada año que pasa, veamos el futuro de los jóvenes más negro.

¿Y qué hay de sus valores? Me comentaba un amigo que la juventud, como los sindicatos, había sido la “sal y pimienta” de la sociedad, pero hoy se había transformado en la “mantequilla”. Por un lado, es cierto que ha adoptado valores muy importantes hasta ahora inexistentes en el “españolito” medio: la concienciación hacia el medioambiente, la igualdad entre hombre y mujer, o la preocupación por la inmigración. Muchos dicen (no tengo datos) que nunca hasta ahora los jóvenes se apuntaban a tantos ideales. Claro que apuntarse es fácil, sacrificarse por ellos es otra historia.

Y es que ésta no es sólo la juventud de las causas nobles. Es también la de las drogas, el botellón y la tele-basura. Aunque quizá lo más novedoso es su desconfianza e indiferencia hacia casi todos los que trabajan o dicen que trabajan por hacer un mundo mejor. El 83% de los jóvenes piensa que a los políticos “no les interesa la gente como yo” y el 84% que los políticos sólo buscan sus intereses personales. Quizá ese descontento es el que ha provocado su total desinterés por informarse: apenas leen la prensa política, ni en papel, ni en Internet.

Tampoco confían en otras instituciones: el congreso de los diputados, los sindicatos, la monarquía, el ejército, y la iglesia católica. Sólo las ONGs consiguen aprobar por los pelos.

Son tremendamente individualistas, y muy pocos pertenecen a ninguna asociación ya sea de voluntariado, política, cultural o religiosa. Desgraciadamente, el fútbol es una excepción. Pareciera que a los jóvenes no les gusta lo que ven a su alrededor, aunque ni se indignan ni proponen alternativas. ¿Será que son prácticos y entienden que no pueden cambiar las cosas? ¿O será que están tranquilos mientras tengan “pan y circo”?

Estos son los jóvenes que hemos formado. Esta es la España que les hemos dejado. ¿Serán sal y pimienta o, por el contrario, mantequilla?

Foto: Lobby, By tokioshi

Políticos corruptos, ¿ciudadanos idiotas?

Good Fortune

Me decía mi primo, que un colega de un país eslavo le preguntó recientemente: «¿Es verdad que estáis con casi 5 millones de parados? ¿Es verdad que no hay crédito para el pequeño y mediano empresario? ¿Es verdad que cada semana hay un nuevo caso de corrupción política?» A lo que él, muy resignado, contestaba: «Pues sí, es verdad». Y su colega, como si no entendiese nada, le hacía esta última pregunta: «¿Y no estáis en la calle, como en Túnez?»

Y es que lo que está pasando en España es insólito. Mientras el paro aumenta, vemos cómo muchos de nuestros políticos defienden sus sueldos vitalicios. Nos enteramos de tantos casos de corrupción que empiezan a dejar de ser noticia. Altos directivos de empresas rentables empiezan a ir en turista, pero nuestros eurodiputados, ¡que lo han hecho tan bien!, quieren ir en business. Algunas cajas mantienen los consejos de administración que las quebraron, mientras el FROB, con nuestros impuestos, les salva la cara. El gobernador del Banco de España reconoce que actuó tarde en la reforma de las cajas, pero no dimite. Y el partido gobernante piensa en sus luchas internas en vez de en el bien del país, con una oposición aletargada esperando a que el otro caiga, más que a aportar ideas nuevas.

En una carta al director del Diario Noticias de Navarra, un lector se preguntaba si somos idiotas. Otros dicen que no, que estamos dormidos. Y yo me pregunto si no será que nuestros nuevos valores nos han dejado narcotizados, sin capacidad de responder a ningún estímulo. ¿Narcotizados, dormidos o idiotas? ¿O las tres cosas a la vez?

«¡Indígnate!» Con este título, el diplomático nonagenario Stéphane Hessel ha escrito un ensayo corto que ha vendido millones de ejemplares en Francia. Hessel hace un llamamiento especial a la juventud, de la que formó parte como miembro de la resistencia nazi en París, en los años 40, cuando tantos europeos se sacrificaron por unos altos ideales. Para él, la indiferencia es la peor de las actitudes.

¿Se indignará nuestra sociedad? ¿Lo hará la juventud, como lo ha hecho en tantas ocasiones de nuestra historia? Cuando comparto esta inquietud con amigos, muchos me dicen que la juventud, que es la primera víctima de esta crisis, no va a hacer nada, porque no tiene hambre y está dormida.

Sin embargo, si yo fuera político, estaría nervioso. Como dice Hessel: “si hoy, como entonces, se encuentra una minoría activa, esto será suficiente, tendremos la levadura para elevar la masa.” Los sindicatos están comprados. Pero hoy hay mecanismos más rápidos, y más creíbles para movilizar a una población descontenta. ¿Qué analista político podría haber augurado lo que está pasando en el mundo islámico?

Es cierto que allí hay menos libertad. Es verdad que allí pasan hambre de verdad. Pero nuestros estándares son más altos y aquí la clase media se está destruyendo a marchas forzadas. Casi cinco millones de parados, una corrupción galopante, una juventud sin futuro, inflación, desorientación de valores… son ingredientes muy peligrosos.

La clase política debería tomar nota. ¿Se puede seguir manipulando a nuestra sociedad? ¿Es mejor mantenerla narcotizada?

¿No será mejor cambiar España ya?

Foto: Good fortune By Pink Sherbet Photography

Nota: En una versión anterior de este post, atribuía el texto “¿sois idiotas?” a Pérez-Reverte, ya que el mismo me llegó por email indicando que el texto era suyo. Pero, por lo visto, el texto viene en realidad de un lector del Diario Noticias de Navarra. Lo he corregido por tanto en este post y he actualizado el link. Agradezco a mis blog-lectores la aclaración.

Una sociedad “marshmallow”

Miss Siúrca trapped in a marshmallow Hole, a softpinkcore nightmare

Quizá la escena más entrañable de la película Up es la que muestra al protagonista y su esposa tratando de ahorrar año a año para conseguir viajar a su destino soñado. Una pareja justa en lo económico que va depositando en una hucha cada moneda que van rascando al bolsillo. Los años van pasando y, para cuando han logrado ahorrar lo suficiente, ya es demasiado tarde.

Desde pequeños nos han enseñado la importancia del sacrificio que busca una recompensa futura: “Estudia niño, o te arrepentirás cuando seas mayor”, “saca buenas notas, y te compraré aquél regalo”, “trabaja 14 horas de becario y así harás curriculum”, “cuidado con esa chica, que te llevará por el mal camino”. Y al madurar, nosotros mismos nos hemos dado cuenta que, en la vida, muchas cosas buenas del mañana requieren de un cierto sacrificio hoy.

En un interesante estudio de los años 60,  Michael Mischel (investigador de Stanford) sometió a varios niños a un divertido experimento. A cada niño le dejaban sólo en una habitación con un marshmallow delante y el experimentador le decía que si no se lo comía, cuando volviera le daría dos. Años después, se analizaron a esos mismos niños y se descubrió que aquellos que fueron capaces de esperar (retrasar la gratificación instantánea de un marshmallow para así recibir dos más tarde) habían destacado mucho más en la vida.

¿Y se necesitaba un estudio para sacar esa conclusión?, me preguntaréis algunos. Seguramente no. Los libros de educación y moral, los educadores, los padres y las abuelas lo saben desde hace tiempo. Sin embargo, algunos que ven estas fuentes de sabiduría como rancias y sospechosas, en ocasiones hacen más caso a un psicólogo de renombre diciendo lo obvio.

¿O quizá no sea tan obvio? No se si los padres de hoy siguen creyendo en esta premisa: que retrasar la gratificación de las cosas nos hace más fuertes y felices. Pero sí creo que los que intenten inculcárselo a sus hijos, hoy lo tienen mucho más difícil…

Escuchas una canción, la detectas en Shazam y te la bajas de internet en segundos. Antes esperabas y esperabas hasta que la emisora te dijera qué canción o grupo era. Tienes que hacer un trabajo y toda la información la encuentras en Internet en minutos.  Antes todos íbamos en busca de la socorrida y escueta enciclopedia. Al niño que tiene sed, la madre le tiene preparado una botella en el coche para que no se deshidrate. Antes, te quedabas sin merendar si pedías agua por quinta vez. Sacas decenas de ideas en un sólo día con sólo leer unos cuantos blogs o seguir tu twitter, cuando antes tenías que leer multitud de libros. Puedes tomar la decisión de si compras tal o cual producto con solo visitar unos pocos foros de opinión, cuando antes necesitabas preguntar a usuarios y visitar varias tiendas. Y los viajes… la oferta sale a tu encuentro y, si no has ahorrado, siempre quedará algún banco o tarjeta que te preste para eso.

De haber nacido 50 años más tarde, nuestra entrañable pareja de Up habría hoy viajado muchísimo más, pero… seguro que no serían los mismos.

¿Cómo serían? ¿Cómo impactará la gratificación instantánea al futuro de nuestra sociedad?

Nuestros dragones

Meet Dragon

La semana pasada asistí a la conferencia que en el IESE dieron Ignacio Gómez-Sancha e Ignacio Núñez, productores de la película Encontrarás Dragones, que se estrenará el próximo 25 de Marzo. Dirigida por Roland Joffé (La Misión) y protagonizada por Charlie Cox (El Mercader de Venecia), Wes Bentley (American Beauty), Olga Kurylenko (Quantum of Solace) y Dougray Scott (Misión Imposible II), la película narra parte de la vida de dos amigos, uno de ellos San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei.

Pero, ¿qué son los dragones? ¿Por qué este enigmático título? Joffé se inspira en los mapas antiguos, pues en los territorios no explorados se escribía “hic sunt dracones”, o “aquí hay dragones”. Para Joffé los distintos desafíos que encontramos en la vida son nuestros propios dragones: el miedo, el rencor, el odio, el deseo de venganza y de justicia… De alguna manera, los dragones tratan de separarnos de la excelencia para la que fuimos creados. Y cuando los encontramos, debemos decidir qué opción tomar. Joffé, agnóstico y trotskista en su juventud, ambienta la película en la guerra civil española y muestra con maestría uno de los temas que más le obsesionan: el perdón.

Pero no destriparé aquí la película. Tampoco hablaré de la estrategia de marketing del lanzamiento. Hoy me quiero centrar en los dragones.

Mientras escuchaba a Gómez-Sancha y a Nuñez, me daba cuenta de los dragones que ellos mismos han encontrado en esta aventura empresarial. Dos amigos sin experiencia alguna en cine, se lanzaron a impulsar este proyecto. Empezando por la gestación de la idea, siguiendo por su financiación (¡más de 30 millones de dólares!), el seguimiento de la producción y, ahora, su promoción. Han realizado más de 500 presentaciones a inversores en 14 países distintos, han tenido que aprender a lidiar con artistas de renombre, han negociado con poderosas distribuidoras de cine y ahora se enfrentan al mayor de sus dragones: la taquilla.

Si nuestros empresarios y directivos tuvieran ese arrojo, otro gallo nos cantaría. Y me preguntaba cuáles son, en esta crisis galopante, sus dragones: mantener fábricas a flote, entrar en otros países, innovar en productos y servicios, o la necesidad de romper con décadas de mediocridad y complacencia.

¿Y qué hay de la sociedad civil? Le echamos la culpa a los políticos de nuestra situación, pero no toda la tienen ellos. Hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades, para encontrarnos de pronto con el fantasma del paro. Nos creemos con derechos por los que no hemos luchado, y educamos a nuestros hijos en la gratificación instantánea, mientras las madres de sociedades menos desarrolladas educan a los suyos en la más férrea de las exigencias.

¿Cuáles son, en vuestra opinión, nuestros dragones?

Foto: Meet Dragon, by Fernando Gregory

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