Europa: ni está ni se le espera

carte ancienne - Europe (Alexandre Vuillemin - 1843)

En una conferencia reciente en el IESE, el sociólogo Emilio Lamo de Espinosa reflexionaba sobre el punto de inflexión en el que nos encontramos, dada la actual crisis económica y el imparable crecimiento de Asia, para concluir diciendo que en el futuro geopolítico “Europa ni está ni se le espera”.

Pero nuestro viejo continente jugó en el pasado un papel fundamental en la historia de la modernidad. Gracias a los europeos del s. XIX la sociedad civil consiguió derechos y nivel de vida jamás soñados hasta entonces. En palabras de Ortega, aquella época «colocó al hombre medio -a la gran masa social- en condiciones de vida radicalmente opuestas a las que siempre le habían rodeado. Volvió del revés la existencia pública»

Pero para Ortega, la evolución técnica y social que empezó hace dos siglos tenía también sus puntos oscuros: «pues acontece -y esto es muy importante- que ese mundo del siglo XIX y comienzos del XX no sólo tiene las perfecciones y amplitudes que de hecho posee, sino que además sugiere a sus habitantes una seguridad radical en que mañana será aún más rico, más perfecto y más amplio, como si gozase de un espontáneo e inagotable crecimiento. […] Todavía hoy muy pocos hombres dudan de que los automóviles serán dentro de cinco años más confortables y más baratos que los del día. […] El hombre vulgar, al encontrarse con ese mundo técnica y socialmente tan perfecto, cree que lo ha producido la naturaleza, y no piensa nunca en los esfuerzos geniales de individuos excelentes que supone su creación. Menos todavía admitirá la idea de que todas estas facilidades siguen apoyándose en ciertas difíciles virtudes de los hombres, el menor fallo de los cuales volatilizaría rápidamente la magnífica construcción.»

Para Lamo de Espinosa, Europa ha entrado en una época de decadencia. ¿Su causa? Si preguntásemos a Ortega, creo que apuntaría a la ausencia de los mejores y nuestra incapacidad de entusiasmo hacia los hombres directores. Y es que ya en los años 20 veía en España «un plebeyo resentimiento contra toda posible excelencia.»

¿Cómo recuperar en nuestra vieja sociedad la capacidad de asombro hacia los mejores?

Foto: Europe By histoirepostale

Si no nos representan, ¿quién lo hará?

Flutist and his dog

Si comparamos la juventud de hoy con la del inicio de la democracia veremos grandes diferencias. La de entonces estaba acostumbrada a la escasez, al sacrificio, a tener pocas libertades. La de hoy es la de la gratificación instantánea, la que sólo confía en sí misma, la que pensaba que lo iba a tener todo y lo iba a tener fácil.

El esfuerzo e ilusión de los jóvenes de la democracia de entonces se vio recompensado en un aumento de su riqueza y de sus libertades. Pero los jóvenes de hoy no tendrán tanta suerte. Si la recesión no acaba pronto, ¿qué salarios tendrán cuando les toque ser la locomotora del gasto? No habrán tenido las oportunidades laborales que sus mayores tuvieron y así, su experiencia, conocimientos y productividad será menor.  Después, el rápido aunque silencioso envejecimiento de nuestra población empeorará las cosas. Los jóvenes nos dirán que les dejamos una España sin futuro, y que no van a pagar nuestras pensiones.

La manifestación de hoy es una llamada de atención más a los culpables de la situación actual. No creo que sean todos los que dicen los manifestantes, aunque desde luego no son los jóvenes los responsables de la crisis.

Pero la sociedad civil debe también manifestarse en su interior. Ortega escribía que «una nación es una masa humana organizada, estructurada por una minoría de individuos selectos» y también que «en un país donde la masa es incapaz de humildad, entusiasmo y adoración a lo superior se dan todas las probabilidades para que los únicos escritores influyentes sean los más vulgares; es decir, los más fácilmente asimilables; es decir, los más rematadamente imbéciles». Si Ortega hubiese escrito España invertebrada hoy, pienso que a «escritores» habría añadido guionistas y directores de telebasura. Así que me pregunto si no habremos perdido la «humildad, entusiasmo y adoración a lo superior».

Indignarse con los políticos no es suficiente. Hay que indignarse con uno mismo. Hay que buscar a los selectos y hay que encumbrarlos a la política, a la escuela, a la empresa, a la cultura. España los tiene a raudales.

Foto: Flutist and his dog By wabisabifarm

Boyas a la deriva

A Snowy Californian Christmas for Horst... :))))

Hace cosa de un mes, me reunía con un alto directivo de una compañía tecnológica  española.  El motivo de nuestra reunión: discutir la investigación que llevaban años realizando sobre las redes sociales y su opinión hacia donde nos llevaría todo esto. Me enseñaba unos gráficos de redes, de cómo unos usuarios están conectados a otros, de cómo se formaban, se movían y desaparecían las redes. También me hablaba de la velocidad de difusión de la información en función de la topología y naturaleza de la red. Nuestra discusión se movía entre lo concreto y lo abstracto. Entre lo comercial y lo social. Muchos temas merecerían un post, pero hoy tocaré el que más me sorprendió.

Según este directivo, la opinión pública era hoy mucho menos moldeable por las minorías. Su tesis es que el pensamiento hoy se rige cada vez más por el pensamiento colectivo y no tanto por el individual. Y de cómo la dirección del movimiento de la red (el movimiento del pensamiento) tendía hacia la “verdad” y los valores del colectivo. El problema es, me decía, que distintas sociedades pueden considerar como bueno o malo distintas cosas, tener “verdades” distintas.

En sus gráficos veía cómo algunas de estas redes engordaban y pronto eran tan grandes que ya se hacía imposible que una minoría dentro de ella pudiese empujarla en la dirección que desease. El pensamiento era grupal y no moldeable.

Y entonces surgió mi pregunta… “No moldeable” es bueno… si la dirección es la correcta, pero ¿quién asegura que la dirección es la correcta? Me respondió que nadie. Nadie asegura que la dirección sea la correcta. La “verdad” de una sociedad islámica puede ser muy distinta, por ejemplo, de la de nuestra sociedad occidental.

En el paradigma del mass media, unas minorías empujaban el mundo. Como dice Ortega “…es indudable que la división más radical que cabe hacer de la humanidad es en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva”. En el pensamiento de Ortega, esa es la aristocracia que debería mover el mundo.

Pero en el nuevo paradigma, según esta tesis, pareciera que todos somos “boyas a la deriva.” Pues el esfuerzo individual es estéril, no puede mover al mastodonte de la red. Antes era una élite la que tenía el control gracias a la prensa o gracias a las tertulias de café ilustradas. Hoy todos tenemos el control y, al mismo tiempo, ninguno lo tenemos.

¿Qué os parece?

 

 

Foto: A Snowy Californian Christmas for Horst… :)))) by Vol-au-Vent

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