En esta entrada, y como prometí al comienzo del blog, va una recomendación de un libro que he leído recientemente.
Aquí van dos párrafos del libro que seguramente le hagan injusticia, pues podría haber elegido muchos otros:
“La sociedad de consumo nos condena a vivir en un estado de insuficiencia perpetua, a desear siempre más de lo que podemos comprar. Se nos aparta implacablemente del estado de plenitud, se nos tiene siempre insatisfechos, amargados por todo lo que no podemos permitirnos”
“No se reducirá la influencia del consumo en nuestras vidas por condenarlo en nombre de principios morales e intelectuales. Nada reducirá la pasión consumista, salvo la competencia de otras pasiones.”
En una brillante, aunque quizá algo desordenada entrevista, el sociólogo francés Gilles Lipovetsky desgrana su visión de nuestra sociedad. A veces pesimista, a veces optimista, Lipovetsky mete el dedo en la llaga en algunos de los cánceres de nuestra sociedad, pero se muestra esperanzado de cara al futuro.
Como él mismo dice, la sociedad del consumo empieza a notarse en los países desarrollados en la década de 1950 y llega hasta la actualidad. Un período muy pequeño comparado con la historia de la humanidad.
A la luz del crecimiento del low cost, la marca blanca, y la profunda crisis a la que estamos sometidos, me pregunto si no estaremos ante un cambio de ciclo en nuestra sociedad de consumo.
¿Qué opinas?
Estoy de acuerdo con ese cambio. Ikea fue el precursor de una tendencia que viene a demostrar como nos engañan desde hace tiempo. Los muebles siempre han sido algo carísimo y ahora puedes amueblar una casa entera por 3.000 euros, y no exenta de calidad. Después llegaron otros como Zara, y ahora Mercadona, cuyos productos superan en calidad a las grandes marcas por un precio incomparable. La sociedad está cambiando, pero ¿cúal es el límite?. El lujo siempre se pagará caro, pero será eso, un lujo
Gracias Miguel por tu comentario.
No creo que la mayoría de los jugadores de este sector nos engañasen. Creo que se han dormido en los laureles, que han vivido durante décadas con una escasa profesionalización. Y eso hacía que pagásemos caro. Y en eso ha llegado IKEA que es una empresa muy bien gestionada. Y, al mismo tiempo, la sociedad ha cambiado y ya no quieres el mueble para toda la vida. Ya no te preocupa si el mismo mueble lo tiene el vecino. IKEA ha visto ese cambio en la sociedad, el competidor local no. Y así les va a muchos.
Muy interesante la reflexión sobre el momento actual y el posible cambio de valores en lo relativo al consumismo.
Pienso que estamos en un momento de confrontación interna, de cada persona, replanteandonos cada uno qué nos ha pasado en la metonimia del consumo. Ese ir de una “cosa” a otra “cosa” siempre sintiendo que “no era eso” lo que en relaidad queriamos.
El dispositivo del “sistema de consumo” se acopla demasiado bien y demasiado de forma automática a lo que podríamos denominar, para entendernos, el permanente sentimiento intrapsiquico de vacio. A nada que uno se para a reflexionar o le ocurre algo verdaderamente importante en la vida (un nacimiento, una enfermedad, el amor,y no digamos la muerte de un ser querido, etc), se da cuenta de que eso de los “objetos” no le lleva a ninguna parte en su vida real.
Hay una oportunidad de que esta crisis nos ayude a apaciguar esa tendencia a perseguir “los objetos” y atrevernos con más valentia a vivir asumiendo que somos “personas en falta” y que nunca los objetos van a taponar ese agujero.
Tal vez estemos en un momento donde las personas seamos capaces de abrir nuestra mirada hacia los “margenes” de ese espejismo que hemos llamado “sociedad de consumo”. Así ser más sensibles y desde los márgenes del dinero, podernos asomar a la pobreza, desde los márgenes de la conectividad podernos asomar a la soledad y el aislamiento, desde los márgenes de “vida feliz” podernos asomar a la enfermedad y el dolor, desde los márgenes de lo insoportable podernos asomar al acoholismo, las toxicomanias y otros graves síntomas.
Mariano, muchísimas gracias por tu comentario. Me ha gustado mucho tu reflexión sobre los márgenes de la sociedad de consumo.
Sí creo que hay mucha gente que lo experimenta. Por ejemplo, jóvenes que dedican su tiempo al voluntariado, de toda índole. Sin embargo, creo que muchos, quizá la mayoría, al crecer son absorbidos por esta fiebre consumista, aunque sólo sea porque solamente pagar la hipoteca y mantener el puesto de trabajo supone ya todo un acto heroico para muchos.
Y, como apuntas, a todos los seres humanos, tarde o temprano nos llega el momento de acercarnos a los márgenes, más en la muerte, la enfermedad o la penuria, creo yo, que en la alegrías (como nacimientos, matrimonios, logros personales) pues estos más que aquellos, tendemos a decorarlos de nuestra fiebre consumista.
Aunque personalmente, me gustaría ver a nuestra sociedad recuperar nuevas pasiones.
Nada más lejos de la realidad, Miguel. El cambio en la sociedad de consumo que nos espera es, en mi opinión, completamente el opuesto al que comentas: gran parte de lo que hoy consideramos cotidiano pasará a ser lujo y los bienes básicos coparan un porcentaje altísimo de nuestro presupuesto, lo cual, dicho sea de paso, no significa que vaya a ser necesariamente “peor”.
Una parte de los “grandes éxitos” en la reducción de costes que mencionas se fundamenta en mejoras operativas pero otra parte mucho mayor tiene su base en la no asunción de gran cantidad de externalidades, bien por la vía del apalancamiento financiero (incluida la “gestión del proveedor”), bien por la deslocalización (en cuyo caso es el “gap” de estándar de vida y las peores condiciones laborales y de salubridad las que “financian” los costes más bajos) y, sobre todo, por la deficiente contabilidad en cuanto a recursos naturales y energéticos que desprecia totalmente el coste de reemplazo de los mismos, algo que está a punto de cambiar radicalmente con los incrementos imparables de precios de “commodities” y, sobre todo, del petróleo convencional que ha alcanzado su cénit de producción e inicio del declive (algo que ya no niega ni la Agencia Internacional de la Energía).
En mi opinión, el Profesor Villanueva filtra convenientemente las ideas que plantea Lipovetsky quedándose en la superficie, pues más que un cambio de ciclo en la sociedad de consumo plantea una cambio sustancial de la misma en la que el “consumo” sea una pieza secundaria y no el motor principal. El problema es que no sabemos con qué reemplazarlo o no estamos dispuestos a aceptar el esfuerzo que pueda suponer hacerlo.
Ante lo inevitable del cambio que comentaba en el primer párrafo, en realidad el desafío está en encontrar con qué llenar ese vacío que nos dejará la pérdida de capacidad (en cuanto a cantidad) de consumo y, si es posible, que sea algo que no nos deje permanentemente insatisfechos.
Como bien dice Lipovetsky citado por Villanueva, la sociedad de consumo es un periodo muy pequeño en la historia de la humanidad, el problema es que para la mayoría de las generaciones vivas de los países desarrollados, precisamente, es “toda nuestra vida”. El “gen” consumista está tan enraizado que es posible que haga falta una renovación generacional para superar esto y, mientras tanto, seguiremos en permanente crisis con algún “ratito” bueno de vez en cuando.
No se a que te refieres con que filtro convenientemente las ideas de Lipovetsky. Desde luego, el libro de Lipovetsky es tan rico que mi intención sólo era la de escoger dos párrafos que pensaba podían ayudarnos a reflexionar.
Pero lo que buscaba era precisamente lo que has apuntado tú y también lo que, más arriba, ha apuntado Mariano. ¿De qué panera podemos competir con esta sociedad de consumo? ¿Qué otras pasiones pueden reemplazar nuestra excesiva dependencia de ella? La solidaridad, el arte, la educación, la investigación…
El filtro al que me refería era el de apuntar un cambio de ciclo de la sociedad de consumo cuando, en realidad, lo que plantea Lipovetsky es que debemos buscar el fin de la misma por no servir para proporcionar plenitud ni satisfacción.
De todas formas lo que yo apunto, además, es que la sociedad de consumo nos va a abandonar a nosotros aunque nosotros no queramos hacerlo simplemente porque sus sustentos básicos se vana a “evaporar”. Ese libro creo que es de 2006 y desde entonces hemos tocado techo en la producción de petróleo convencional.
La sociedad de consumo explotó con el boom petrolífero de los 1950’s y se apoya firmemente, más aún la globalizada, en la disponibilidad de energía abundante y barata, justo lo que estamos perdiendo.
En poco tiempo dejará tampoco nos importará no poder cambiar de muebles cada pocos años y nos preocupará poder comer todos los días.
Si ya es importante encontrar voluntariamente pasiones que reemplacen al consumismo para evitar el estado de permanente insatisfacción, se vuelve urgente en un contexto de erradicación forzosa del consumismo.
La respuesta es simple porque simplificarnos a nosotros y nuestras vidas es lo que tenemos que hacer: recuperar el placer de las cosas sencillas e inmateriales.
Estoy de acuerdo en que podríamos estar en un cambio de ciclo profundo.
Es perfectamente posible que estemos ante “la caída del imperio romano” debido a que el lujo nos ha mermado las ganas de trabajar.
Creo que vivios un cambio de poder en el mundo de occidente hacia los países asiáticos que nos obligará a revisar nuestro modelo.
¿puede un español ganar más que un chino trabajando menos? ¿por qué motivo?
Está claro que el modelo actual no es sostenible a largo plazo ya que no hay recursos en la tierra para que todo el mundo consuma al ritmo que lo hacemos nosotros actualmente (materias primas, polució, etc.). Además este alto consumo ha llevado a nuestra sociedad sentirse rica y a querer trabajar menos, con lo que nos hacemos menos competitivos.
Por lo tanto, si creo qe hay un cambio profundo en la sociedad de consumo.
Gracias Adrián! Apuntas un fenómeno interesante: Asia. Efectivamente, mientras Europa languidece, Asia no para. Es desde luego, preocupante. ¿Cambiarán nuestros valores?
Estoy de acuerdo con el autor, el consumismo nos hace irracionales.
No creo que vaya a cambiar la tendencia, creo que simplemente cambian las prioridades de consumo, pero en mi opinión seguimos siendo cada vez más consumistas (comprar en Zara e Ikea probablemente fomenta mucho este consumismo porque podemos comprar más por el mismo dinero).
Y lo creo porque el consumismo encaja perfectamente en esta sociedad psicodélica que gusta de evadirse de la realidad mediante la posesión, la realidad virtual, el trabajo sin tiempo libre, el sexo sin amor, la hipocresía sin compromiso…Nos encanta deshumanizarnos, aspiramos a Dios (intentando “salir” de nosotros mismos) pero a nuestra loca y equivocada manera.
Rafa, coincido contigo. El hombre ha sentado a Dios en el banquillo y sólo rinde cuentas ante sí mismo. Claro que muchos no estarán de acuerdo, pero pienso que cuando había una mayor religiosidad el hombre sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal. Muchos pensarán que más que “saber”, “pensaban que”, pero el hecho es que la religión ha dado un norte a muchas generaciones. A veces, los fanatismos religiosos, nos daban un norte equivocado, es cierto. El problema es que ahora nuestro norte somos nosotros mismos.
Hoy es cada vez más difícil encontrar un hombre que se plantee los límites de lo que es bueno y de lo que es malo con la frecuencia que lo hacían nuestros padres o nuestros abuelos. Es muy sintomático que la Abogacía del Estado en España diga que “la democracia no tiene que pedir perdón por ser un régimen esencialmente relativista, sanamente relativista”
Es una interesante reflexión, quizá como especie éramos unos niños a los que se les decía lo que debían o no hacer mediante la religión. Quizá eso era un reflejo de nuestra inmadurez mental.
Quizá ahora estemos en un periodo de adolescencia rebelde en el que, como sociedad, nos hemos liberado de aquella guía vital antes de haber desarrollado la nueva. Quizá, como a los adolescentes, ahora creyéndonos libres nos domina el grupo y hacemos lo que éste dicta.
Quizá necesitamos recibir ese mazazo que supone pasar de la adolescencia a la vida adulta para verdaderamente madurar y tomar control de nuestra vida, recuperando valores y el norte, aún sin necesidad de volver a la religiosidad de otros tiempos.
dustin, yo personalmente no creo que el hombre religioso sea un hombre infantil, según el paralelismo que tú haces. Pero es un tema complejo.
En mi opinión hay tres opciones de vida: el creyente, el agnóstico y el ateo. Aunque ateos puros creo que hay pocos.
El creyente puede ser religioso o no en el sentido de que sigue una religión particular. A mi eso no me parece infantil, si realmente vive su fe de manera consecuente. Aunque es cierto que muchos que se dicen creyentes y religiosos siguen viviendo con la religiosidad de los niños y no han sabido crecer en la fe.
Luego está el agnóstico. Es evidente que hay agnósticos que son mejores personas que muchos creyentes y que se dicen “religiosos”. En este caso, el problema del agnóstico es, creo, encontrar su norte, su camino, y un camino que le lleve al bien común, no a ponerse por encima de los demás.
Como yo soy creyente, pienso que los agnósticos también fueron creados por Dios y que su conciencia les guía hacia el bien. Por eso, muchos agnósticos o ateos son, como decía, mejores personas que algunos creyentes.
Si no existiese Dios, me costaría explicar qué principio o quién le guía al agnóstico o al ateo. ¿Quién creó esa conciencia? ¿No sería más lógico buscar el bien propio y olvidarte del resto?
Finalmente coincido contigo en que nuestro problema es dejarnos llevar por lo que piensa el grupo. Eso nos afecta a todos. Siempre a afectado a todos, pero quizá hoy más que nunca lo políticamente correcto y el relativismo moral se ha convertido en nuestra nueva religión.
Perdón si no me he sabido explicar bien. No quería decir que el ser humano religioso sea infantil. Hablaba de la sociedad en su conjunto y no de las personas individuales y mis paralelismos eran más bien temporales. Me refería a la etapa no tan lejana a la que te referías tú en la que era exclusivamente la religión la que daba el norte a todas las generaciones actuando como la madre o el padre que le dice a su hijo qué está bien y qué está mal. Tampoco he dicho que esto sea malo.
El fin de esta religiosidad omnipresente, nuevamente en la sociedad y no en individuos particulares, lo he comparado con el paso a una adolescencia en la que se reniega de lo anterior sin motivos racionales y antes de haber sustituido los valores anteriores por unos nuevos. Sólo se está “en contra” de las enseñanzas anteriores y se está perdido, carente de rumbo y sin norte.
Finalmente, ese paso a la vida “adulta”, nuevamente como sociedad, es el momento en el que se supera (o superará) todo este entramado loco para retomar una senda que lleve a alguna parte distinta de la autodestrucción. Esto puede suponer a más de uno la vuelta a la religión y a otros posicionarse en un agnosticismo habiendo encontrado su norte similar porque, en realidad, tu idea de creyente no religioso y mi idea de agnóstico son, de hecho, bastante parecidas.
Como individuos en realidad, no es necesario recorrer esas tres etapas. Hay y siempre ha habido personas creyentes que han evolucionado como dices sin necesidad de pasar por una adolescencia “turbulenta” en el sentido anterior y hay y siempre ha habido agnósticos e incluso ateos viviendo una “vida adulta” con un horizonte puesto en el bien común.
Siento no haberme explicado bien y no pretendía ofender a nadie.
Dustin, muchas gracias por tu explicación. Siento yo no haberte entendido. De todos modos, a mi no me habrías ofendido aunque hubieses querido decir lo que yo entendí erróneamente.
Felicidades Julián. Muy buen tema el elegido.
En mi opinión, la sociedad de consumo ha existido siempre; con un matiz… Las personas “capaces” de acceder a bienes distintos de los de “primera necesidad” eran realmente muy pocos. De tal forma que poco importaba la marca, ni la opción low cost.
Hace relativamente pocos años hemos acuñado este termino, si bien es cierto que coincide aproximadamente en décadas y países donde el desarrollo de la sociedad de consumo es inversamente proporcional a la capacidad de sacrificio/esfuerzo, o mejor dicho: insatisfaccion. Que paradoja! Ademas todos nosotros lo comprobamos día a día.
Hacia donde vamos es muy difícil de predecir en la parte del comportamiento de las personas, y fácil en el de los productos: mas y mejores en precio y prestaciones.
Solo me atrevo a aportar una reflexión “poco científica” en la parte del comportamiento de las personas.
The Economist el pasado 16 de diciembre, decía en un articulo que ha dado mucho juego estas Navidades “The U-bend of life. Why, beyond middle age, people get happier as they get older”, analizando muchas variables y países para medir la felicidad. Y desde luego una consecuencia es que cuando reducimos ambiciones y expectativas aumentamos nuestro nivel de felicidad, en general.
Por tanto, racionalizando nuestras expectativas/necesidades aumentaremos nuestra felicidad. Todo lo contrario de lo que ha sido hasta este momento de cuanto mas consumo mejor… El modelo esta en cambio de ciclo.
Gracias Juan. Coincido con que cuanto menos expectativas más felices somos. No creo que no debamos tener expectativas materiales, ya que no somos ermitaños ni creo que lo material sea malo. Simplemente creo que nos hemos pasado tres pueblos, que nuestras expectativas son excesivas.
Sin embargo no coincido en que esto demuestre un cambio de ciclo. Creo que lo que comenta The Economist siempre ha existido, y seguro que hay decenas de refranes que lo recogen. No deja de sorprenderme el número de científicos que se han puesto a investigar la felicidad, para llegar a conclusiones que ya conocían nuestras abuelas. Se habrían ahorrado muchos salarios de caros académicos si les hubiésemos preguntado a ellas.
Pero en nuestra sociedad lo antiguo, lo viejo, lo clásico se ve como rancio y, por tanto, sospechoso.
No he leído el libro. Sin embargo, conozco algo la obra de Lipovestky. Lo leeré en cuánto pueda, aunque no sé si merecerá la pena; salvo sorpresa, el juicio, categórico y duro, de este filosofo francés, carece de argumentos o alternativas a su visión ,inflexible, de las sociedades avanzadas en el mundo global que vivimos, que, por cierto, no es tan global.
Es más, yo no he encontrado en otros trabajos, una propuesta clara de cómo huir de ese infierno sociológico actual, socialmente y humanamente insatisfactorio y decepcionante y, sin lugar para la esperanza.
Lipovestky aborrece las raíces cristianas de la cultura de occidente y los valores que encarna el cristianismo. Puede que haya cambiado este aspecto
en su nuevo libro.
Pero, ciñéndome a lo que comentas en tu post, me quedó con el segundo entrecomillado y te formulo la siguiente pregunta: ¿Cuales son las competencias alternativas al hiperconsumo que propone el autor para ese cambio de tendencia que tú te planteas como posible cambio de tendencia? Me gustaría conocerlas.
Como siempre, un tema interesante para el debate, Julian. Y, para pensar.
Por otro lado, las empresas necesitan vender sus productos y una opción amplia de compra por parte de los individuos sugiere prosperidad. En época de crisis, naturalmente, las cosas cambian: el ajuste del cinturón que se decía antes. Lo cual no es un buen síntoma en sí mismo.
Bueno, al final de toda esta retórica, está el individuo. Y están los valores. ¿Qué valores…?
¡Qué ese cambio de ciclo sea próspero y en la prosperidad seamos sensatos!
Maria José, no conozco en detalle la anterior obra de Lipovetsky, aunque sí he oído hablar de él en el pasado y coincidían algunos comentarios en tu evaluación de él. Sin embargo, me da la sensación que en este libro ha virado un poco. Aunque no del todo, ya que mi sensación al leer el libro es que va dando bandazos.
¿Cuáles son esas pasiones que pueden competir con el hiperconsumo? El habla de que “conocer, aprender, crear, inventar, progresar, ganar autoestima, superarse figuran entre los muchos ideales o ambiciones que los bienes comerciales no pueden satisfacer. El hombre no es sólo un ser comprador. También es un ser que piensa, crea, lucha y construye”
Aunque cada día que pasa siento que mi opinión vale menos y sirve para menos, quiero expresarte mi agradecimiento por tus escritos, que leo siempre con mucha ilusión y la forma de hacerlo es participando, claro.
Pues lo cierto es que yo creo que nos queda para rato y que la cosa va a peor. Esa es mi sensación.
No solo es algo que noto en el consumo, sino en la forma de vivir en general.
Eso sí, no deja de ser una sensación porque no tenemos la distancia suficiente para cambiar la perspectiva y ver las cosas desde fuera, desde lejos. Igual algún día los hijos de nuestros hijos nos sorprenden… lo veremos desde el cielo.
De todas formas, Lipovetsky ha elegido un título demasiado axiomático, a mi gusto. Y la vida se parece poco a un axioma…
Me encanta lo de que una pasión reduce otra pasión ¡Qué cierto! Pero, ¿cómo hacer que vengan otras pasiones? ¿Acaso es algo que está en nuestras manos?
Maca, claro que tu opinión vale!!! 🙂
Es cierto que muchas de las cosas que aquí escribimos parecen axiomas y que si alguien nos pidiera demostrarlos lógicamente nos pondría en aprietos. Creo, como apuntas, que nos falta perspectiva. Pero esa creo que es la tarea del sociólogo. Y claro, como en todo, cada sociólogo tiene su opinión, porque afortunadamente los seres humanos vivimos en la diversidad de opiniones y, cada uno, aplica su propio filtro al ver las cosas.
¿Cuáles son estas otras pasiones? Arriba en un par de comentarios las apunto: “conocer, crear, inventar, progresar, ganar autoestima, superarse” en palabras de Lipovetsky. Y en las mías: La solidaridad, el arte, la educación, la investigación… Y añadiría la más importante, que me la he dejado: la familia.
Y sí creo que está en nuestras manos. Si no está en nuestras manos… entonces, ¿en las de quién?
Buenas noches a los posteros y escritos del blog,
Creo que a pesar de que vivimos un época en la que la marca blanca triunfa y el low cost es bandera, estoy seguro de que es algo temporal. Es decir, por mucho que aumente la penetración de estas ofertas menos glamourosas, siempre existirán necesidades insastisfechas que habrá que cumplir. Siempre por pura campana de Gauss hay unos que tiene muy poco, otra que tienen normal y muy pocos que tienen mucho, con lo que si la marca blanca triunfase y retirara de los lineales a los top, tendrían que elaborad una marca blanca premium y con el paso de los años una entre el premium y la normal.
Es inherente a la condición humana querer diferenciarse, sentirse diferente, especial, por tanto siempre habrá alguien dispuesto a pagar más por algo, gente que compre la marca top.
La marca blanca única siempre será una opción no una imposición. Hay que ver cómo responde Mercadona al turn around y sobre todo si su estratregia interprovedor funciona….
Manuel, gracias por tu comentario. Sí, coincido contigo en que siempre habrá una marca nacional, de mayor precio que la blanca. Pero mi reflexión no iba tanto hacia si las marcas morirán o no, sino a si nuestra dependencia del consumismo se mitigará en el futuro…
Felicidades por el post. A mi entender Lipovetsky forma parte de los intelectuales revisionistas del modernismo. Creo que nos caracterizamos en el S. XXI por haber iniciado un periodo de crecimiento sostenible y de economía más humana y ecológica.
Posiblemente hemos aprendido de las crisis anteriores y de los aciertos, pero al mismo tiempo estamos en un ciclo de autocrítica mucho más acentuadad que hace 50 años. El industrialismo y el consumismo irresponsable están en la génesis de lo que hoy llamamos sociedad de consumo en su nueva versión, y este escenario nos resulta en ocasiones repugnante, lo que Lipovetsky precisamente pone de manifiesto. Al hilo de lo que dice el escritor, cierto es que las crisis tienen causas macroeconómicas, pero sin duda aprovechan de la debilidad humana explotando el consumismo y creando con frecuencia necesidades contínuas donde no las hay. Pongamos el caso de la adquisición de un vehículo. Si realmente buscamos seguridad , ¿por qué no compramos el más seguro de los automóviles para la familia, en vez del que nos gusta? He ahí una escala moral de valores, creo. Como decía el anuncio, una parte de nuestro cerebro nos recuerda la “obligación”; la otra, la “devoción”. Creo que la sabiduría popular es suficiente: la avaricia rompe el saco y de donde comes una vez no quieras comer dos. Saludos.
Gracias Toni! La verdad, no estoy seguro que hoy seamos más autocríticos. Quizá algunos pocos sí, ¿pero más que hace unas décadas? Yo lo dudo, aunque la verdad no tengo datos.
Pero pongamos el caso de España a principios del siglo pasado. Creo que había muchas más corrientes de opinión y mucho más “pensamiento propio” que hoy. Luego, en nuestra época franquista pensar y hablar podría ser peligroso. Pero hoy, a pesar de vivir en democracia, tenemos otra dictadura de las ideas. Porque el “pensamiento propio”, ya lo sabemos, no es necesariamente bueno para la tranquilidad del poder, ni siquiera para el bien común en el largo plazo. Si somos todos borreguitos somos más manejables (como en “Un mundo feliz” o en “1984”).
Y en muchas cosas creo que nuestra sociedad se parece mucho a la que describe Huxley en “Un mundo feliz”. Hay ciertos temas tabúes que no se pueden ni discutir… Y muchos ni se les pasa por la cabeza discutirlo. La vida fácil que nos ha dado el progreso económico nos ha hecho ser más cómodos y creo que menos críticos.
Es verdad que están los anti sistema, los Assange, las ONG… pero en números absolutos ¿cuántos son? ¿Cuánta gente realmente deja de comprar tal o cual marca por estar en contra de la supuestamente demostrada explotación de niños en Asia? Pocos, creo, muy muy pocos. Me gustaría tener números, porque esto es una opinión muy personal…
Hola a todos,
en mi opinión, desde un punto de vista global, lo que estamos viviendo es una traslación de los núcleos de consumo a aquellos países que emergentes (en Asia, China, India; América del Sur, con Brasil y Mexico; algunos países del Norte de Africa, como Egipto) donde está surgiendo una clase media con acceso a unos recursos económicos que antes no tenía y que está tirando fuertemente de la demanda de bienes de consumo. Quizás estemos ante un fin de ciclo a nivel de la vieja Europa, pero en un mundo globalizado como el actual creo que es demasiado pronto para poder hacer esa reflexión.
A nivel del ser humano, creo que el consumismo ha actuado como un narcótico para tapar carencias de valores cada día más acusadas, una forma de encontrar pequeñas píldoras de felicidad de usar y tirar… píldoras que cada vez tienen una vida útil más efímera y que nos han llevado a demandar más y más y cada vez en menores intervalos de tiempo. En un periodo de crecimientos como no se había conocido, esta dinámica ha sido posible. Llegado un momento de mayor carencia o necesidad de gestionar nuestros presupuestos con mayor racionalidad, ¿encontraremos un ser humano que ha perdido la capacidad de encontrar su felicidad fuera de los bienes materiales?.
Gracias Pablo. Coincido contigo que este fenómeno de posible cambio de ciclo (del que, por otro lado, tampoco estoy seguro) es propio de la sociedad occidental. A tu última pregunta mi contestación sería que no del todo, pero sí en gran medida para un porcentaje muy alto de nosotros.
Resulta peligroso pensar que tiene que ser una crisis que perdura lo que pueda llegar a hacernos reducir nuestro carácter consumista. Totalmente de acuerdo con algunos comentarios, donde se cita Ikea- Zara como también motores de consumo. Se compra más por menos, y se aumenta la frecuencia de visita. Si uno intenta recordar las veces que sus padres compraron muebles, apostaría en que no recordará un gran número; en cambio ahora la frecuencia con que los “urbanos” visitamos Ikea puede ser preocupante.
Esa sociedad de consumo viene conectada desde mi punto de vista al entorno urbano, y de diferenciación entre os individuos; el anhelo por lo que otro “similar a ti” ha conseguido. Desde mi punto de vista esa sociedad de consumo está diezmada en entornos rurales.
Como posible sustituto de esa sociedad de consumo, abro la reflexión de regresar, de volver a otros tiempos donde la mayor parte del tiempo de ocio se pasaba estando con otras personas, con las familia,…De alguna forma de explotar y aumentar la comunicación cercana, no la virtual
Gracias Isaac. Es cierto que en entornos rurales se da mucho menos, pues viven con menos renta y a menor velocidad. Además, en entornos rurales la edad es mayor, y por tanto son personas que han sido criadas en la austeridad. Muy distinto a los nativos digitales urbanitas. Y también creo que debemos reflexionar, como dices, si no estamos dejando de lado a las personas de carne y hueso que están junto a nosotros, al abrazar tanto el mundo virtual.
Hola a todos, no he leído el libro, pero tengo interés en conocerlo.
He dado con este blog navegando por Internet buscando información sobre el consumismo y quería aportar mi punto de vista a la siguiente frase:
“Nada reducirá la pasión consumista, salvo la competencia de otras pasiones.”
Ya he leído en el comentario del 18 enero, 2011 a 12:10, mencionabas entre otras pasiones el arte.
Pienso que tenemos un sistema de valores que anula aquellos puntos de vista que encuentra el placer o la satisfacción personal a través de recursos que no implican el dinero como forma de pago. Esto lo he notado en el círculo del trabajo, donde priorizar valores emocionales a los materiales se ve en ocasiones como un atentado al sistema que te mantiene (trabajo en el mundo de la moda). Creo que el arte puede ser una gran pasión que si se enseña desde la educación infantil, nos haría encontrar el placer y el lujo en un campo más enriquecedor y lógicamente, dejaríamos el consumo en un plano de necesidades primarias y poco más. Para mi parecer aprender a sentir pasión por la creatividad te quita ganas y tiempo para perderlo en el consumismo y a su vez te enriquece, te hace mejor persona y más resuelta. Si se aprendiese de forma generalizada esta fórmula tan sencilla, daríamos un pequeño giro en nuestra calidad de vida.
http://sobredosisdemonstruos.blogspot.com/2011/07/oda-al-artista-tratado-de-idealismo.html